martes, octubre 23, 2007

RECUERDO FELIZ DE UN DOMINGO TRISTE

Hoy me es imposible hablar desde un punto de vista mas "imparcial", o "periodístico". Las palabras que van en esta oportunidad son directamente mias, desde mi papel como persona, jugador e hijo.

No estaría escribiendo nada esta semana, no después de un domingo tan horrible. Horrible por como jugamos, horrible por lo que vivimos adentro de la cancha esos 40 minutos, horrible por las caras del final, del vestuario y de la salida. Ni voy a hablar casi del desarrollo del partido, que fue 14-1 para Vos Fijate, un rival iluso y muy contradictorio.

Antes de relatar ese pequeño recuerdo, y de dejar plasmado la depresión que significó en nosotros el partido del domingo, me reservo un pequeño párrafo para hablar de la organización del campeonato. Un papelón armar fecha en el día de la madre, y con horarios al mediodía. Cuando llegamos al complejo, se hallaba en un inusual silencio y casi no habia gente, solo los equipos, algunos con 5 justos, otros con menos. Por mas que las fechas no cierren, es una falta de respeto a los jugadores, que deben pelearse con media familia para venir, tengan la edad que tengan, porque todos son hijos. O se modifican los horarios o se pospone.

Ahora si, pasamos al triste domingo. Llegué al Club del Pasaje cerca de las 13.45 con Fefo (Acebey), corriendo desesperadamente para llegar a horario y no hacer esperar a los compañeros. La sorpresa nuestra al recibir las noticias no tardó en aparecer: solo el Chino y Esteban habían concurrido. Fefe, German, Alexis y Fernando no iban a concurrir (algunos no avisaron, otros avisaron tarde) y que ni siquiera se pudo conseguir un compañero mas para juntar los 5. "¿Qué hacemos?" preguntaban los chicos, y la respuesta fue unánime "Juguemos igual". Ya adentro, nos dirigimos a la cancha en donde debíamos jugar el encuentro. Recién arrancaba la segunda mitad entre Osama y La Oruga, la cotidiana falta de cumplimiento con los horarios, que benefició al equipo rival, quien hasta ese momento tenía solo dos o tres jugadores. En esos 20 minutos de espera surge un nombre para completar los 5: mi viejo, Guillermo, delantero en sus épocas de jugador, pero con diez años de inactividad. Aquel que supo ser DT nuestro pero se alejó tras la trompada recibida en nuestra victoria mas triste, con Potenza. "¿No pasaré papelón?", me preguntó. "Veni igual, no importa", fue la respuesta. Finalizado el partido anterior, venía la hora de jugar. Porque 5 o 10 minutos después del final, cayeron dos jugadores mas del equipo rival. De haberse respetado la hora de inicio hubiéramos ganado los puntos, ya que teníamos cuatro jugadores y ellos, solo tres, con los cuales no se puede jugar.

Medio enojado, con miedo al papelón, se enoja un poco mas al ver a los rivales, todos de nuestra edad. "Corren como locos", dice. Sin embargo, se niega a mirarlo desde afuera e integra el quinteto violeta. Una remera del PSG y una bermuda Adidas que jamás imaginaron jugarían al fútbol, y unos botines negros, gastados, que no creían que volverían a pisar una cancha. Así se plantó en la cancha, parado como delantero, aquel 9 que supo, segun su propia versión, machacar todo arco que tenía enfrente.

El partido fue una tortura. Yo, parado de defensor, no me paraba bien, regalaba plenamente mi espalda, a pesar de que en el mano a mano ganaba mas de lo que perdía. Fefo tenía que cubrir por él y por mi. Esteban tenía que correr, tenía que correr, pero le costaba, le faltaba sangre, le faltaba corazón. El Chino no tenía descanso, permanentemente su arco estaba en peligro, los rivales llegaban de a tres y si bien recibió catorce, podría haber recibido unos 30. El clima no ayudaba, el calor, unido al cemento, te comía las piernas. Cada gol de ellos era como una trompada a nuestra ilusión, a nuestro enorme esfuerzo. El encuentro fue así de monótono, con un rival que corrió los 40 minutos. Un rival de buena técnica, pero también con uno o dos jugadores desubicados, irrespetuosos y estúpidos. Un rival que decía que tenía urgencias de hacer muchos goles para entrar al playoff (tiene 8 puntos al igual que Pitta, estando a 5 o 6 de los puestos de playoff y con 4 puntos en juego, de ahí su calificación de ilusos), corria a buscar la pelota al arco en cada gol, incluso en el 10-0 o en el 13-1, pero sin embargo era muy vueltero y sobrador. Tuvieron la suerte de encontrarse con un equipo buena leche, ya que en otras circunstancias estos muchachos hubieran terminado lesionados o heridos por la estupidez de su jugador mas "habilidoso", que te pisaba la pelota en los laterales nuestros y te sobraba permanentemente. Se dio la casualidad de que tuvieron un buen dia, enfrentaron a un rival desmembrado y pudieron meter goles rápidamente, por eso el agrande.

Mi viejo se desesperaba adentro de la cancha. Veía las jugadas, pero el cuerpo ya no le respondía como antes. Costaba seguirle el ritmo a los pibes, "¿que les dan de comer?" debería pensar. Cortando algunas, quedando pagando en otras, siempre trataba de colaborar. Con la pelota en sus pies, evidenciaba que la calidad no se pierde nunca, parando dos pelotas con el pecho que el 10 rival jamás podrá hacer, tocando la pelota con calidad. El jugar de memoria y los años le hicieron dar pases hacia huecos deshabitados, pero pocos. El también sufría con nosotros, y empezó a enojarse con la actitud rival (muy reprochable), estando cerca del desubique. Por suerte quedó en calentura, que se tradujo en un "Vayamonos, demoslé los puntos". Hasta tal punto era la tortura que se vivía adentro. Sin embargo, el ST se jugó, y fue allí que el destino quiso dar un regalo al jugador que mas se lo merecía.

Cinco minutos irían mas o menos, mucho no había pasado. El resultado ya estaba liquidado, de impotencia nomás agarro la pelota y voy para adelante, ganando un corner. Me dispongo a patear el corner, levanto la cabeza. El Chino me la pedía atras, como siempre, el resto muy marcados. Pero miro al área, y ahí estaba, asombrosamente solo, pidiéndome el pase con la mirada, mi viejo. La decisión no demoró mas de un segundo. Levanté la pelota por encima del defensor que cubría la línea de fondo, y entonces la pelota le cayó mansa a aquel veterano 9 de área. Los rivales, duros, lo miraban, sin entender. Emocionado, me quedé mirándolo parado frente al arco, con los ojos bien abiertos, enfocados en esa pelota que pedía gol, y sacando un cabezazo de pique al suelo de su mejor época para marcar un gol inolvidable. Porque, ¿Qué padre, desde el momento del parto, no sueña con jugar al fútbol con su hijo, asistirlo para que haga un gol, convertir un gol tras un pase suyo? Aquel retirado delantero, por 2 minutos, volvió a aquella época de la que tanto se acuerda, y de la que tanto me cuenta una vez cada tanto. La cara se le desbordó de alegría, y enseguida me buscó, yo lo busqué, y se produjo el abrazo interminable entre padre e hijo. Automáticamente, aquella jornada negra paso a tener un motivo para ser recordada para toda la vida. Jamás, ni mi viejo ni yo, imaginamos que esto iba a suceder. A un tipo tan apasionado por el fútbol, este recuerdo le resultará imborrable e incomparable.

Hoy, dos días después, el físico le sigue pasando factura. Pero eso no le importa, ni una renguera, ni el esfuerzo que le resulta moverse, le pueden quitar la satisfacción de lo hecho el domingo. En su mente están grabados, vívidos, los momentos que lo emocionaron casi hasta las lágrimas. En lo personal, el golpe que significa el 1-14 persiste, pero el recuerdo de aquel gol y de la felicidad de mi viejo, me ayudan a recuperar la fé y empezar a pensar en el futuro del equipo.

Viejo, te agradezco, como ya te lo dije, por venir a jugar y ayudarnos a completar los 5, sabiendo lo que te venía después, y por ese gol que tanto nos emocionó. Y te agradezco no solo en nombre mio, sino de todos los que estuvimos presentes el domingo, los que ahora estamos golpeados y buscando un rumbo.